Es bueno tener una cueva.
Con la que refugiarte de las fuertes tormentas,
que mojarían tu ánimo y dañarían tu corazón y tu alma.
Desde la que puedas encender el fuego,
para calentar tu piel y mantener viva tu pasión por vivir.
Donde te puedas esconder de las alimañas,
salvajes enemigos antinaturales.
Para poder reunir íntimamente a tus amigos,
verdaderos, leales y desinteresados.
Y poder, en sus adentros, apoyar tu cabeza,
descansar y rezar sin miedo al qué dirán.
Sí es bueno, muy bueno tener una cueva;
os lo aconsejo.
jueves, 1 de octubre de 2009
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